«Algunas éramos de Kioto. Algunas éramos de Nara.
	Algunas éramos de una pequeña aldea montañosa. Algunas
	éramos de Tokio. Algunas éramos de Hiroshima. La más
	joven de nosotras tenía doce años. La mayor tenía treinta y
	siete, era de Niigata. Algunas éramos de Kumamoto, donde
	no había hombres casaderos. Eché un vistazo a la foto y le
	dije a la casamentera: ?Éste me vale.?»
	Con una prosa precisa y evocadora, Julie Otsuka pone voz
	a las mujeres que, procedentes de Japón, llegaron a San
	Francisco hace casi un siglo en busca de una vida mejor.
	Viajaron para encontrarse con sus esposos, a los que no
	conocían pero a quienes imaginaban tal y como ellos se habían
	descrito a sí mismos en sus cartas. Muchas eran casi niñas,
	llenas de dudas y miedos, ilusionadas, con sus kimonos blancos
	guardados en sus ajuares. Pero ni sus maridos eran lo que
	prometían ser ni su vida allí iba a ser fácil.