Cuando Napoleón invade Alemania, la baronesa de C. y sus hijos se ven obligados a huir; pero, cuando la invasión empieza a ser repelida, pueden refugiarse en una finca de su propiedad a orillas del Rin. Allí reciben a algunos huéspedes, pero los ánimos están caldeados. La baronesa prohíbe las conversaciones espinosas y así se plantea la oportunidad de contar historias.