En la estela de otros analistas contemporáneos, Harold James se opone a considerar la globalización como el futuro económico indiscutible.
Alertado por la historia sobre la falsedad de los lugares comunes y las modas del pensamiento, comienza por negar la novedad del fenómeno globalizador, al estudiar cómo a finales del siglo XIX se produjo un marcado movimiento hacia una mayor integración económica mundial, y cómo años más tarde tuvo un final dramático: la Gran Depresión de 1929, cuyas consecuencias se prolongaron durante toda la década de 1930. James se adentra en este episodio negro de la historia moderna y extrae de él lecciones para el presente, analizando con detalle y país por país las crisis financieras y las depresiones resultantes entre los años que separan las dos guerras mundiales. A partir de aquí, explica los mecanismos por los cuales el desplome de las instituciones financieras obligó a tomar medidas restrictivas en el comercio y favoreció en muchos casos políticas económicas de caracter nacionalista.
El fin de la globalización es una poderosa llamada a la cautela del considerado por la crítica "el mejor historiador de economía política del periodo de entreguerras".