Para Cenicienta todo cambió el día que murió su padre. Entonces quedó al cuidado de su madrastra, a la que sólo le preocupaban sus odiosas hijas. Sin embargo, Cenicienta no tenía tiempo de quejarse, pues tenía que hacer las interminables labores de la casa. Un día llegó una invitación de palacio para asistir al baile que ofrecía el rey. La joven se puso muy contenta, pero su madrastra quiso impedir que fuera. Cenicienta estaba desconsolada...
